ÁNGEL GARCÍA ROLDÁN.

 

Jesús Alcaide.

 

 

Texto publicado en el catálogo 'Arte desde Andalucía para el Siglo XX'. 2008.

 

 

 

 

 

    Momento, instante, en un abrir y cerrar de ojos. Como una inmensa Vanitas que se va desarrollando desde los relicarios con bolsas de té, hasta las últimas piezas de fotografía y video realizadas durante su estancia en Cuba, el espíritu de la naturaleza muerta, del emblema barroco y de los misterios en la traducción de las imágenes sobrevuela gran parte del trabajo de Ángel García Roldán.

 

   Desde sus inicios ligados a un material característico, las bolsas de té usadas, con las que componía grandes estructuras regulares que tapizaban suelos y paredes o bien se enclaustraban en cajas de vidrio o metal, el trabajo de este artista se ha desarrollado en diferentes formatos como la instalación, el video, la fotografía, la pintura e incluso piezas de net-art o proyectos de colaboración en red.

 

    Con una importante carga conceptual, su trabajo se va tramando en un juego de relaciones y translaciones, entre símbolos y conceptos del presente y el pasado que fortuitamente colisionan en sus obras y las dotan del componente de plena actualidad, augenblick (en un abrir y cerrar de ojos), como esa palabra que, hurtada del pensamiento de kierkegaard, tanto suele aparecer como referente para sus trabajos. 

 

    Si en sus relicarios de bolsas de té pudo verse una relación con ciertos elementos de la antigüedad clásica (Opus tesselatum, Hortus conclussus) para desembocar en una mirada hacia la Utopía y la vuelta al Paraíso, en sus pinturas, el conflicto bélico de Irak se superponía a la arquitectura de la antigua babilonia, Nínive, hoy torpedeada por los carros de combate y los aviones que sobrevuelan Mosul.

 

    De estructuras de gran complejidad rizomatica como éstas, nacen las imágenes y proyectos del artista, tanto que ya no sólo no es bastante difícil conseguir su traducción en palabras sino que, como ocurre en sus últimos trabajos realizados en Cuba, el propio autor los resume bajo el título Anomia, refiriéndose con ello a la incapacidad de poder llamar a las cosas por su nombre, palabra que en el contexto y con los trabajos que raliza se carga de un importante sentido político.