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EL EDÉN DE LOS BALSEROS

 

Angel García Roldán.

 

 

Texto publicado en la monografía "Fotografía en la Colección de Arte Contemporáneo de la Universidad de Granada". Cuadernos técnicos de Patrimonio, nº5. Universidad de Granada. 2017

 

 

 

Cuando comencé el proyecto Anomia, al cual pertenece la serie ‘El Edén de los balseros’ (Cuba, 2007), mi deseo era desarrollar un conjunto de experiencias performáticas en torno a la fotografía y el video, que pudieran situar un lugar designado como origen (mi propia experiencia) y un recorrido, marcado por unos puntos a modo de posición en el espacio, que determinaran con cierta exactitud el destino del viaje: Cuba. Estos puntos posibilitarían concretar mi propia experiencia en relación a un modelo de vida, una situación histórica y una forma de pensamiento marcada por la concreción política: una revolución como cartografía de un estado y un bloqueo internacional como piel que a la postre habría de servir de refugio y abrigo. 

En el trasiego del recorrido y con el deseo de capturar contextos que delimitasen los pilares del ‘no-lugar’ indescriptible, producido en la experiencia del viaje, surge la idea de un título controvertido, resbaladizo e indefinible, que tal vez explicaría otros (entre los que esta el de la serie ‘El Edén de los balseros’): ‘Anomia’. Ese extraño trastorno del lenguaje por el cual es imposible denominar a las cosas por su nombre. 

Una de las historias más conmovedoras de los últimos 25 años de Cuba es sin duda la denominada “crisis de los balseros” ocurrida en 1994. El 13 de julio se produce el robo en La Habana y hundimiento a pocas millas de la costa de un remolcador en el que fallecen unas 40 personas. Poco después, el 3 de agosto, es secuestrada una lancha de pasajeros frente a La Habana, los 200 pasajeros que viajaban en ella serán recogidos en alta mar por patrulleras norteamericanas. Dos días después, el 5 de agosto, fallecen dos policías que intentaban evitar nuevos robos de embarcaciones, motivando violentos disturbios callejeros en la Habana que obligan a Fidel Castro a bajar al Malecón para apaciguar los ánimos. Por primera vez en años, hay conatos de protestas anti-gobierno y el 5 de agosto una muchedumbre se echa a la calle para protestar. Animado por el éxodo cada vez más masivo de “balseros”, el gentío alza su voz en las inmediaciones del Malecón. Castro aparece en medio de las manifestaciones, blindado por un amplio cordón de seguridad. En ese momento el régimen castrista teme perder el control de la población en la calle y una semana después Castro ordena a su guardia guardafronteras que no impida la salida de balsas ilegales, obligando a EEUU a negociar la situación hasta alcanzar un acuerdo el 9 de septiembre. Durante esta crisis denominada de los balseros, no todos tuvieron la misma suerte. Aunque no existen cifras oficiales (el gobierno de los Castro nunca las ha facilitado), se calcula que miles murieron en alta mar. Las travesías se hacían en embarcaciones precarias con todo tipo de materiales y la gente apenas contaba con alimentos y agua para soportar los rigores del viaje. Los guardacostas de los Estados Unidos rescataban a los balseros en alta mar, contabilizando al final del año unos 32.000 refugiados en las bases de Guantánamo y Panamá.

 

El 2 de mayo de 1995, Cuba y EEUU alcanzan un acuerdo definitivo que cierra la mencionada crisis, autorizando el gobierno cubano el regreso de los 20.000 balseros interceptados en alta mar que aún esperaban una solución en Guantánamo. Pese a la solución del conflicto, desde ese año y al menos hasta la fecha en el que desarrolle mi estancia en Cuba, el exilio por vía marítima seguía siendo frecuente para muchos cubanos disidentes, que lejos de conseguir un visado por trabajo de la embajada americana buscaban esta otra vía de escape fletando embarcaciones desde Miami para alcanzar la cercana frontera de los Estados Unidos (frecuentemente desde las costas de Varadero), región que se ha convertido con los años en la mayor zona hotelera del país caribeño.

En 2007, Varadero seguía siendo el lugar elegido por muchos cubanos para aventurarse en el sueño del autoexilio. No obstante las acciones de evasión de la isla se hacen sin levantar sospechas y en la más absoluta clandestinidad. Muchas familias cubanas han quedado dividas por este trance y detrás del silencio de familiares y amigos se encuentran decisiones complejas relacionadas con el mantenimiento de propiedades en la isla, sostenimiento de familias desde el extranjero, o simplemente no ser tachado por el régimen de disidente y poder algún día visitar o regresar al país. Para evitar llamar la atención de las autoridades cubanas y ante un hipotético control de éstas, los nuevos balseros, suelen ir vestidos de modestos trajes de baño, como si estuviesen pasando un día de descanso en la playa entre amigos y familiares. Una camiseta, una mochila y un bañador, se convirtieron en el camuflaje perfecto para la evasión. 

Las fotografías de la serie fueron realizadas en las playas de Varadero y en ellas aparecen los cuerpos de un hombre y una mujer en traje de baño, como si hubieran sido arrastrados por las olas provenientes de un posible naufragio. No había sangre, ni dolor, ni ningún atisbo de ningún tipo de maltrato. Pero ante las imágenes que se desprendían de las historias leídas y contadas me cuestionaba: ¿Cómo una situación tan dramática puede superarse con una acción aparentemente aséptica?. ¿La partida definitiva puede abstraerse de un ingenuo baño?. ¿Quién no ha soñado con unas vacaciones a pierna suelta en una playa paradisiaca del caribe, mientras refresca su garganta con algún coctel macerado en hierba buena? En Cuba las paradojas afloran a cada paso, en cada sombra de edificio, farola o palmera y esta experiencia me llevaba a la conclusión de que también la arena blanca podía aguardar situaciones de controversia. Cuál era la distancia entre estos turistas obligados y esos otros de ressort y ‘mojito' a pie de playa. Qué distancia existía entre un turista y un exiliado. Qué diferencia existía entre tomar el sol escapando de los días o tomar el sol esperando una embarcación para escapar de los días sin progreso, sin dinero, sin futuro. Indudablemente, el instinto de supervivencia en unos y la complacencia del descanso en los otros. Y esa era la situación más dramática de un territorio dedicado al descanso y el beneplácito de la sombra y la brisa. 

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'Cuadernos técnicos de Patrimonio nº5'. 2017

Monohgrafía

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'El Edén de los Balseros'.

Cuba. 2007.

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