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La mujer que devolvía el rostro a los soldados de la I Guerra Mundial


La máscara de Richard Harrow no es un invento macabro de Scorsese. Entre las fotos de Anna Coleman Ladd, una artista norteamericana que llegó a París en la I Guerra Mundial, hay media máscara casi idéntica, gafas incluidas, y un hombre sorprendentemente parecido a Richard. Quizá Harrow no existió. Quizá Scorsese solo viera aquella máscara y le sirviese para inventar un personaje de Boardwalk Empire que podría haber sido cualquiera de entre miles de hombres reales. Lo poco que sabemos del taciturno personaje es que acababa de volver de la I Guerra Mundial. La primera guerra, dicen, en la que un hombre podía perder la cara y seguir con vida. Para eso había llegado la artista norteamericana a Paris. Para devolverles el semblante.

La metralla destrozó los rostros de unos 20.000 soldados durante la I Guerra Mundial. Los intentos de cirujanos como Harold Gillies y del dentista armenio Varaztad Kazanjian, pioneros en la aplicación de la cirugía estética a los rostros devastados por la metralla, no siempre eran efectivos. Incluso varias operaciones resultaban insuficientes en los casos más extremos. Tras la cirugía, muchos hombres seguían luciendo unas heridas tan visibles que eran aislados de la sociedad y se veían obligados al ostracismo o a encargarse de trabajos en los que nadie les viese. De ahí que algunos veteranos de guerra acabasen trabajando en lugares aislados u oscuros como los cines.

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