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Ángel García Roldán

La ciudad desconocida



Siempre resulta una experiencia transitar una ciudad y perderse en ella. No me refiero a esa sensación de deambular por la ciudad en la que vives, sino de zambullirte en una cartografía distinta y dejarte llevar exclusivamente por los quehaceres del mirar.


Cuando se es consciente del viaje se reflexiona a cada paso y en cada momento y ahí puede surgir la imagen. Una imagen que abandona la retórica del recuerdo para acercarnos al plano de lo subjetivo, ese que solo puede ofrecernos la mirada cuando es libre de cualquier convencionalismo, aunque reconozca muy discutible tanto la idea de "libertad" como el concepto de "convencionalismo" en el ámbito de la imagen contemporánea, donde los efectos del "diario visual" han permitido la estandarización y la repetición sistemática de modelos muy experimentados.


Me imagino que la primera idea que hay que desterrar es la de pretender encontrar esas imágenes simplemente observando. Hay que hacer algo más que un ejercicio reflexivo-visual. Si uno busca esos instantes, antes debes de entender cómo existen y en todo caso que tu también existes para ellos. Y no me refiero a esa vieja idea de que la imagen te busca a ti, sino a esa forma de entender la realidad como un contexto y como tal, un espacio singular, múltiple e interconectado. Probablemente la primera consecuencia del andar buscando sea la de ejecutar el dispositivo performativo que lo permite, y eso requiere de cierta contextualización; de cierto estar en el lugar. La ciudad es un torbellino de interferencias; un espacio donde habita el caos y donde todo puede ocurrir en un pequeño e insignificante instante. Hay que estar atento a ello, o al menos prevenido ante la expectativa, porque la ciudad es una causalidad inquietante.


Mirar es, a veces, un no-ver; un ejercicio de superar la lógica que está ocurriendo esperando que surja esa realidad oculta aunque presentida. En cierta forma, vistes aquello que fotografiabas pero lo hiciste de forma aplicada, esto es; interviniendo desde el propio artefacto.


Ya sea como estrategia, como proceso, o como instrumento, capturar imágenes de la ciudad es una forma de desplegar conocimiento sobre ti y sobre ella, y por tanto, ser sensible a cualquier efecto dentro de esa experimentación. Quizás sea por eso que se me hace cada vez más interesante acercarme al recorrido desde la propia acción de recorrer. Sujetos y objetos se mueven ante mí; se desplazan por la ciudad, interactuando, entrando y saliendo de mi objetivo tal como son. Suceden y desaparecen. Creo que esta es la norma o el marco (que no encuadre) desde donde miro cuando recorro una ciudad. Creo que lo que me preocupa es ese intervalo que me conecte con ella; ser fluido en su fluido, reparar en la experiencia y en las sensaciones experimentadas durante mi propio traslado. Moverme y ver como los demás se mueven; sentir la urbe viva, intangible pero penetrable.



Más que buscar solo espero tener una experiencia.

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