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La existencia es tan caprichosa que nuestra imagen puede alcanzar una edad que ya no tenemos. Viviremos en la proeza de ese instante y las imágenes-rastro que permanecen evocarán para siempre nuestra memoria ante el paso del tiempo. Vivir es distinto a existir; vivimos nuestros días y existimos en la de otros. La fotografía de un ser querido es la cartografía de nuestro viaje por su mundo; podemos zambullirnos en su mirada para apaciguar la sed que nos dejó su ausencia. Vivir es una circunstancia caprichosa que puede ser permanente si la compartimos; existir es una otredad indomable, amiga de la memoria, la resistencia y el tiempo.