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Aproximaciones: The Preacher.

Actualizado: 25 abr 2020



2006. Año del predicador.


Por aquellos días trabajaba para una de las empresa con más proyección de la capital Granadina, Rossellimac. Fui el primer empleado de la tienda que por aquel entonces abrió su primer establecimiento en la esquina entre la Calle Sol y Pintor Lopez Mezquita. Fue un año trepidante, lleno de aprendizajes, mi primer trabajo fijo, mi primer salario decente, un horario partido de jornada completa que incluía los sábados por la mañana y una motivación especial por trabajar en el entorno de una marca, la de la manzana, que era la única que habíamos tenido en casa. En aquella época era extraño encontrar a gente que trabajara en esta plataforma, ¿quién tenía un Mac? y en cuanto vi aquel anuncio de empleo en el periódico, me dije: este es el mío. Sinceramente, al final creo que me escogieron más por mi capacidad de trato con el público que por friki informático; sabía manejarme con mi iMac G3 blanco que aun conservo operativo y me gustaba destripar un viejo Macintosh LC que andaba por casa, el primer ordenador que entro en casa una década antes. Pero la verdad es que no entendía 'ni papa' de programación y todas esas cosas que se le supone a un friki de la informática.

Mi jefe, que también se estrenaba en el controvertido mundo de la manzana aunque realmente procedía del comercio de la joyería, decidieron que los primeros beneficios de la empresa, de tipo y estructura familiar en aquel momento, había que invertirlos en un viaje para visitar la primera tienda de Apple de Europa en Londres y allá que nos fuimos con todos los gastos cubiertos a visitar por primera vez la capital del Reino Unido. pero no he llegado hasta aquí para contaros este viaje, de lo más familiar e intenso. Si realmente adelanto esta historia de contexto es para situar los motivos que me llevaron a hacer esta pieza, y la importancia que está tuvo en mi carrera.


'The Preacher' nació en un viaje organizado por mi empresa para visitar la tienda de la conocida manzana: un peregrinaje al fin y al cabo, en el que lo único que tenía claro es que me encontraría con lo que andaba buscando.


Decidimos pasar por Picadelly Circus aquella mañana, indiscutible paso obligado si uno va a la capital del Támesis y no se quiere perder la que probablemente sea la esquina luminosa más representativa de la Europa 'Pre-Brexit'. Ese cruce de caminos, entre las bifurcaciones de Regent St. Coventry St. y Picadelly St, antesala del Soho y el Chinatown londinense y un paso necesario si uno se dirige a una de las plazas más conocidas de la ciudad, Trafalgar Square. Picadelly Circus se me antojo el Jardín del Edén de la metrópolis y allí estaba aquel predicador rubio en pantalón corto deportivo, predicando al vació de la muchedumbre de una plaza que se me antojo la Scramble Kousaten de Shibuya en Tokio, sin haber pisado el país nipón.


Supe reconocer el momento y por fortuna mis compañeros de viaje atendieron las espera con serenidad estoica. Saque mi trípode, coloque mi cámara de aquel momento, una JVC Handycam que grababa a 720p y empece a grabar. La verdad es que la escena me pareció curiosa, nunca había visto nada igual salvo en las películas, en España no existe una cultura de predicadores en la calle, y creí que aquello podría servirme para algo en el futuro. Mantuve el plano, ensimismado por el ritmo de los pies del orador y aquellas palabras que no entendía pero que seguro hablaban del fin del mundo y de la salvación eterna. Me fascino que eso pudiera estar ocurriendo y que nadie le hiciera caso, hasta que llegaron aquellos chavales de pelo corto y actitud provocadora. Pensé que como en un conflicto bélico debía de seguir filmando, y por suerte estaba lo suficientemente cerca de los personajes para poder tener un buen plano de ello, creo que Robert Capa lo hubiese aprobado.


Se acercaron, empezaron a increpar al predicador y uno de ellos se percató de mi presencia. Pesé: esto se acabo. Adiós cámara de 600€ y por supuesto sálvese quien pueda. mantuve el tipo y el chaval miró la cámara. Le importaba un bledo, pero la excusa para manifestar la provocación que dio sentido al momento y por supuesto a la pieza. Los chavales se fueron, culo en plano, y el orador misionero siguió su platica solitaria. Que importaba ya cualquier cosa o las horas que aquel tipo se tiraría en aquella isla en mitad de la circulación. A la postre, cuando monte la pieza empecé a ver cómo el tiempo encajaba; existía una especie de sucesión de coincidencias que parecía adelantar aquel desenlace con aquellos cachorros de hooligans. Indiscutiblemente el título estaba ya escrito: The Preacher. Lo demás fue solo cuestión de difundir y proyectar.


Al poco tiempo, unos meses quizás, presenté la pieza a los conocidos 'Premios Angel de Pintura' en su versión 'Beca de Artes Nobles' cordobesa, me concedieron aquella beca que cambiaría mi vida, o mejor dicho, que adelantaría una linea de trabajo, una profesión y un futuro que me ha llevado a donde me encuentro. Muchas veces hablo de videoarte en mis clases, con mis amigos y familiares, contaminando a aquellos que me preguntan con la curiosidad de la imagen en movimiento. Pero no siempre hablo del este momento to único para mí que me hizo plantearme las cosas desde otro punto de vista y entender que una narración es justo lo que acontece ante tu propia mirada y sentidos.


Aun hoy, recuperar este momento para mí esta lleno de claves y circunstancias para revisar: A menudo lo que vemos es lo que se nos presenta con la necesidad de ser contado, pero debemos de ser capaces de prever esa necesidad y presentar los hechos con el fin de entender la deriva circunstancial y concatenada en la que vivimos. Creo que la única forma de entender el mundo es dejarse llevar por su rastro, el tiempo y espacio en el que somos y esperar a que algo ocurra, aunque nos parezca que nada es sintomático y que la probabilidad de cualquier cosa es solo un porcentaje casi inexistente de probabilidades. Lo angustioso está en la posibilidad de generar una u otra narrativa y cualquier opción de descarte puede significar un cambio en el mundo. En el mundo, al menos de las cosas, lo espiritual siempre se ha topado con la rigurosidad de aquí y ahora, así que mejor no adoptarlo como preámbulo, más bien como consecuencia indeterminada de la presencia de algún predicador.

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