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  • Ángel García Roldán

ICARIA. Proceso y memoria.


ICARIA. Instalación en la Casa de la Calle Eslava. La Victoria. ART SUR 2016.

Cuando ART SUR me invitó a trabajar en aquella convocatoria la fascinación por generar un espacio para la reflexión me condujo a desarrollar este proyecto que no era más que la deriva natural de anteriores propuestas como: 'Abbas. Celestial World' que instalé en el Instituto Cervantes de Bruselas y en la Casa Góngora de Córdoba para la exposición 'Córdoba, la sexta mirada' (2018); o 'Babel 21' (2012) en la desaparecida galería Arte 21 de la capital Cordobesa, aunque el origen de este proyecto se remonta a algunas pruebas en la Facultad de Bellas Artes de Granada alrededor de 2001.

En aquella propuesta, tuve la suerte de instalar los 3500 puntos de luz en una abandonada casa de la localidad de La Victoria, que se preparó semanas antes, pintando paredes y suelos para la intervención. Las voluntarias del conocido Festival de Arte Contemporáneo, se entusiasmaron con la propuesta hasta tal punto que lo que parecía imposible, por las dimensiones del proyecto, pudo hacerse en el corto espacio de tiempo de un fin de semana. Tras el paso de los años y más allá de las imágenes de registro, con lo que me quedo de aquel encuentro fue con la posibilidad de generar una experiencia no solo estética (para los visitantes que pudieron disfrutarla) sino además pedagógica (para las voluntarias que lo hicieron posible); conforme el proyecto iba tomando forma, la curiosidad de aquellas mujeres motivaba preguntas, reflexiones, sensaciones únicas que demostraban que la praxis artística es necesaria para entender el arte desde otro punto de vista: el lenguaje.

A menudo, los que trabajamos en este territorio nos centramos demasiado en los aspectos exhibitivos, en las plataformas de contemplación (y no hablo sólo de las artes plásticas, la cuestión puede ser proyectada a otros ámbitos como la música, el teatro o la danza...). Para que exista un conocimiento verdadero tras una experiencia estética es necesaria la interacción; la asimilación no teórica del lenguaje, la implicación colectiva en el proceso. Este es uno de los verdaderos problemas del arte contemporáneo: la lejanía de los procesos. No hablo de una colectivización de las producciones artísticas desde un punto de vista didáctico, sino de un giro en el planteamiento de las formas de ver y pensar el arte de nuestros días. Es necesario que el espectador, el anónimo paseante, deje de mirar para "intentar ver", porque desde esta perspectiva no hay experiencia, sino un vago recuerdo, un intento por descubrir (sin entender) los nexos que nos ofrece el proceso (oculto para la mayoría).

Para poder "ver" es necesario construir y sentir cada pregunta, cada duda o elección que nos sitúa en el pensamiento artístico, y de esta manera se educa, se aprecia el arte; se conserva como una experiencia en nuestra vida. Deja de ser una imposición extraña y lejana. La acción (experiencia) en el 'territorio-arte', es una provocación empática que nos devuelve a la imagen y sus artefactos, situándolos en su verdadero lugar: el pensamiento y su ensayo (como estrategia para conocer el mundo).

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